El consejo regional de la localidad de Omaui, en la región de Southland de Nueva Zelanda, ha propuesto prohibir todos los gatos domésticos en un intento de proteger a los animales nativos.

El nuevo “plan de plagas” exige que todos los gatos domésticos en la región sean castrados, tengan microchip y estén registrados. La idea es que, cuando un gato muera, no se permita tener otro a los residentes, una medida que ha generado polémica.

Los conservacionistas afirman que tener pájaros e insectos nativos en el jardín trasero de sus casas compensará con creces el hecho de no tener un gato, pero no todos están de acuerdo.

Fuente La Vanguardia.