Los incendios que marcaron el comienzo de año al oeste de Estados Unidos continúan afectando la calidad de vida de la población, que ya vio destruidas varias de sus infraestructuras. Ahora las cenizas se están esparciendo por todo Los Ángeles, lo que representa un nuevo desafío sanitario y ambiental. 

Explican que la acumulación de estos residuos son altamente peligrosos dado la toxicidad de los elementos que los componen. La falta de planes de contingencia para estos casos está perjudicando aún más a los vecinos que no cuentan con herramientas ni medidas de prevención claras. 

Un efecto secundario de los incendios

Por otro lado, explican que la falta de lluvias -una situación que se viene prolongando- dificulta la dispersión de los residuos, tanto en el aire como en el suelo. Sin embargo, los expertos dudan que las precipitaciones puedan representar una solución, ya que los restos podrían terminar en embalses y multiplicar los riesgos. Explican que la composición química de los mismos incluye materiales como microplásticos, metales pesados y otros compuestos insalubres, como el arsénico y el mercurio. Estas sustancias se desprenden de los objetos calcinados. 

La presencia constante de estas partículas en suspensión está afectando las actividades al aire libre. Advierte que aspirarlas puede provocar problemas respiratorios y cardiovasculares en el largo plazo. Si bien las personas pueden mantenerse a resguardo, no sucede lo mismo con los animales salvajes que están continuamente expuestos. 

Falta de respuesta

Los incendios han dejado decenas de casas y objetos calcinados en toda California.
Los incendios han dejado decenas de casas y objetos calcinados en toda California.

Del mismo modo, aún no saben cuáles serán las consecuencias en el entorno, sobre todo en el suelo y el agua. Ante este panorama el condado prohibió el uso temporal de soplahojas a fin de detener la dispersión.  Por su parte, los pobladores se quejan por la falta de indicaciones, al tiempo que las cenizas se están colando por sus hogares. 

Hasta ahora los equipos especializados se han dedicado a recolectar muestras en las zonas afectadas para medir las concentraciones de toxinas e identificar diferencias entre los residuos de incendios forestales y los de incendios estructurales. Esta información serviría para tener un registro de hacia dónde y cómo se esparcen los desechos.