Tras cuatro días y medio de viaje, las elefantas asiáticas que vivían en Mendoza llegaron al Santuario de Elefantes de Mato Grosso. Pocha, de 65 años, y Guillermina, de 25, fueron escoltadas durante los 3.600 kilómetros. Pocha llevaba 62 años en cautiverio, y Guillermina jamás conoció la libertad. Ahora habitan un entorno de 1.500 hectáreas de selva y arena. 

Luego de recorrer el país de oeste a este y salir de Argentina por Puerto Iguazú, ingresaron a Brasil por Foz de Iguazú el martes por la mañana. Cerca de las 9:30, el equipo humano que acompañó al operativo (y que incluye a personal y entrenadores del santuario, a los cuidadores que acompañaron a las elefantas en Mendoza y a voluntarios de la Fundación Franz Weber) presentó toda la documentación en la sede de Migraciones de ambos países y continuaron con la misión por rutas brasileñas.

El camión en que fueron trasladadas Pocha y Guillermina llegó especialmente a Mendoza desde Buenos Aires a fines de la semana pasada. Es el mismo tipo de vehículo en que hace ya un tiempo fue trasladada Mara, la elefanta que dejó el Ecoparque de Buenos Aires y también viajó al santuario de Mato Grosso. 

Los contenedores, en tanto, llevaban más de un año en Mendoza y allí se fue entrenando y adaptando a Pocha y Guille -madre e hija- para que se acostumbren a ingresar a cada uno de los habitáculos, que pesan alrededor de 5 toneladas y miden 5 metros de largo, 2 metros de ancho y 3,20 metros de altura. Se trata de contenedores avalados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), y que les garantizó un traslado cómodo y seguro. Además, ambas cajas contaron con una cámara para monitorear a cada elefanta y evaluar su estado permanentemente.

Cada dos horas y media o tres horas, los vehículos se detenían para que pudieran comer e hidratarse. La dieta de ambos animales incluyó alfalfa seca, variedad de frutas (como manzanas y melón) y verduras, y alimento balanceado.

Las dos elefantas viajaron todo el tiempo en un mismo camión, en dos contenedores distintos y que estuvieron enfrentados entre sí. Esto les permitió irse mirando la una a la otra en todo momento y reducir situaciones de estrés, puesto que así habían estado durante los últimos 23 años (desde que Guille nació en el ex zoológico de Mendoza). “Las elefantas son matriarcales y mantienen la relación de madre e hija para toda la vida. Al igual que los humanos, reconocen el vínculo con hermanas, tías, abuelas o madres para siempre”, explicaron al respecto desde el Senasa.

Cómo siguen los elefantes que quedan en Mendoza

Hace 4 años que en el Ecoparque mendocino comenzaron a preparar a las dos elefantas asiáticas para el traslado, que comenzó operativamente el pasado sábado y llegó a su fin hace minutos. Desde entonces, además de Pocha y Guillermina, se empezó a trabajar -en menor medida- con la preparación de Tamy (otro elefante asiático, macho, y que es padre de Guillermina) y de Kenya (elefanta africana).

Sin embargo, por una cuestión de extensión de la playa del recinto del Ecoparque, las tareas se enfocaron desde el comienzo en las dos elefantas que llegaron recientemente a Brasil. Una vez que los cuidadores mendocinos regresen a Mendoza retomarán los trabajos de entrenamiento y adaptación con los ejemplares que quedaron.

En ese sentido, la preparación de Kenya está un poco más avanzada, mientras que con Tamy está más demorado el tema, ya que es más reacio y “rebelde”. De no mediar inconvenientes, Kenya y Tamy -en ese orden- serán enviados al Santuario de Elefantes de Brasil a fines de 2022 o ya directamente en 2023. Pero antes se procederá a trasladar a las dos elefantas que todavía quedan en el Ecoparque de Buenos Aires.


Fuente: Los Andes