Un estudio reciente, publicado en la revista American Economic Association, alerta sobre la pérdida de buitres en Asia. Detallan que el desplome de las últimas tres décadas ronda el 95 %, lo que deja al descubierto un grave problema ambiental. 

La caída de estas aves es de las más rápidas de la historia -luego de la paloma mensajera en los Estados Unidos-, pasando de 50 millones de ejemplares a tan sólo 20 mil. Las pérdidas más pronunciadas corresponden a las razas conocidas como “de lomo blanco”, “de cabeza roja”y “el indio”.

¿Qué le sucede a los buitres?

Los motivos detrás de este inusual fenómeno están relacionados al diclofenaco, un analgésico de venta libre y económico. El mismo fue empleado durante años por los agricultores en el ganado con la intención de evitar afecciones que dañen a la producción.

Este fármaco resulta ser venenoso para las carroñeras que, luego de ingerirlo de forma indirecta -al alimentarse de cadáveres-, desarrollan insuficiencia renal y mueren. Si bien desde el 2006 se vienen implementando políticas públicas que prohíben la utilización del medicamento en reses, las poblaciones no logran recuperarse.

Explican que esto se debe a que se trata de animales que tardan años en alcanzar la madurez sexual, al tiempo que producen muy pocas crías (una sola por año). 

Los buitres se alimentan de animales en descomposición, por lo que se deshacen de los restos cadavéricos y protegen la salud de millones de personas.
Los buitres se alimentan de animales en descomposición, por lo que se deshacen de los restos cadavéricos y protegen la salud de millones de personas.

Consecuencias inesperadas

El documento sostiene que el colapso de las aves le ha costado la vida a al menos 500.000 personas tan sólo entre los años 2000 y 2005. Paralelamente, eso ha significado gastos de casi 70 mil millones de dólares anuales. 

Explican que los buitres desempeñan una suerte de “servicio de saneamiento natural” al comerse los restos cadavéricos de otros animales fallecidos. En ese sentido, ayudan a eliminar las bacterias y patógenos que se encuentran en los difuntos y que suponen una amenaza para los humanos. Al no poseer una buena infraestructura para deshacerse de los cuerpos, la mayoría de ellos queda a la intemperie o son desechados a los ríos y lagos, lo que crea mayor riesgo de enfermedades.