El “Informe Fronteras 2022” del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente resalta que estos incidentes están ocurriendo con mayor severidad y frecuencia, y que son “una cuestión ambiental crítica que requiere una mayor atención”. 

Cada año, entre 2002 y 2016, un promedio de unos 423 millones de hectáreas de la superficie terrestre -un área del tamaño de toda la Unión Europea- sucumbió al fuego, lo que cada vez resulta más habitual en ecosistemas de bosques mixtos y sabanas.

El informe estima que el 67 % del área global anual quemada por todo tipo de incendios, incluidos los incendios forestales, se encontraba en África. “Se prevé que las condiciones climáticas peligrosas de los incendios forestales sean más frecuentes e intensas y que duren más”, algo que se debe al cambio climático -que implica temperaturas más altas y sequías más frecuentes-, subraya el PNUMA, que pide una “mayor inversión” para reducir los riesgos de esos incendios.

El cambio de uso del suelo agrega presión al sistema. La erradicación de la flora autóctona para la plantación de especies forestales exóticas, como pinos o eucaliptus, genera desequilibrios. En el caso de las especies citadas, responden peor y más rápido al fuego; es decir, se incendian más rápido.

El ruido como otra forma peligrosa de contaminación

En su informe, el PNUMA cita a la contaminación acústica como un “asesino estridente” que se ha transformado en un “peligro creciente para la salud pública”. 

“Sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel de tráfico rodado, ferrocarriles o actividades de ocio menoscaban la salud y el bienestar humano. Esto incluye molestias crónicas y trastorno del sueño, lo que resulta en enfermedades cardíacas graves y trastornos metabólicos como diabetes, discapacidad auditiva y peor salud mental”, señala el PNUMA. 

La contaminación acústica ya provoca “12.000 muertes prematuras” cada año en la Unión Europea y afecta a uno de cada cinco ciudadanos de ese bloque, según el informe.

Esa perturbación acústica también amenaza a los animales, al alterar las comunicaciones y el comportamiento de varias especies, como aves, insectos y anfibios.

El PNUMA insta a los planificadores urbanos a priorizar la reducción del ruido en su origen, invertir en movilidad alternativa e infraestructura urbana que cree paisajes sonoros positivos, como cinturones de árboles o muros y techos verdes.


Con información de El Espectador, Aire de Santa Fe y PNUMA