Este noviembre la ciudad brasileña de Belem será sede de una nueva Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP30); su objetivo es el de renovar los pactos para proteger una de las zonas más biodiversas y amenazadas del planeta: la Amazonía. Se trata del mayor bosque tropical continuo del globo, el mismo contiene el 20 % del agua dulce superficial de todo el planeta y atraviesa diversos países de Latinoamérica.
El estado de la Amazonía
Según recientes estudios elaborados por Americas Quarterly, la región más expuesta a los impactos del cambio climático es la llamada “pan-amazonía” y comprende unos 8,3 millones de kilómetros cuadrados, además de ser hogar para al menos 46 millones de personas. Este espacio está sufriendo múltiples formas de degradación impulsadas por actividades ilegales y la explotación de recursos.
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Respecto al conjunto de amenazas, destacan: el tráfico de madera, en Perú; la minería de Coltán, en Venezuela; y el cultivo de palma, en Ecuador. Explican que todas éstas, generan presiones constantes sobre los ecosistemas, propiciando la pérdida de biodiversidad y la liberación de carbono. En ese sentido, sólo entre 2021 y 2025 las estimaciones indican que se perdieron casi 166 mil km2 de cobertura boscosa, el equivalente a Uruguay, siendo Brasil el país donde se concentra más del 80 % de la deforestación.

Bolivia le sigue en cantidad de área afectada, con el 6,6 %. Estos números fueron basados en datos del proyecto “Amazonía 2030”. En cuanto a los motivos detrás de esta problemática, acusan a las profundas desigualdades sociales que vivencia el territorio, donde la tasa de pobreza alcanza el 36,2 %.
Las emisiones emitidas en Brasil
El informe detalla que Brasil vivencia las mayores consecuencias, siendo estas actividades ilícitas las que representan prácticamente la mitad de las emisiones totales del país anualmente, generando en el 2023 un total de 1.100 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente. Sin embargo, destacan que no es el único tipo de contaminación que existe y que, gracias a la minería del oro, los ríos y la vegetación se ven perjudicados por el mercurio.
Por último, el documento asegura que de cara a la COP30 la ciudad de Belem recibió unos 1.300 millones de dólares en inversiones con foco en 38 proyectos de infraestructura, movilidad y saneamiento, con el fin de lograr una reconversión urbana. Esta financiación está abriendo debate entre los grupos ambientalistas que reclaman que el dinero se dirija a resolver la problemática de toda la región, y que no se limite a servir para el recibimiento de los representantes de los 198 países que formarán parte de la conferencia.