Desde la base de las colinas más domésticas hasta la cumbre del Everest —el pico más elevado de la Tierra—, los plásticos son los desechos más abundantes en todas las montañas.

Es el resumen de los datos del informe Plastic on peak, realizado por GRID-Arendal —centro de informaciones ambientales sin fines de lucro con sede en Noruega— junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la Secretaría de Convenios de Basilea, Rotterdam y Estocolmo (BRS), la Iniciativa de Investigación de las Montañas (MRI) y la Federación Internacional de Escalada y Alpinismo (UIAA), entre otras entidades relacionadas con el ámbito de las montañas.

Se ha hecho coincidir su publicación con el Año Internacional de las Montañas, que se celebra en 2022, para denunciar la preocupante situación que produce la abundancia de estos restos a nivel global, con la intención de mejorar la responsabilidad individual para reducirlos, herramienta que el informe señala como la más eficaz para contener esta tendencia.

La encuesta se realizó a partir de 1.753 respuestas de personas visitantes de las montañas, procedentes de 74 nacionalidades diferentes repartidas por todos los continentes. Elaborada entre marzo y mayo de 2021, señala que los plásticos representan el 88% del total de los residuos detectados en el caso de los duros y un punto menos en el de los plásticos blandos, como bolsas y envoltorios.

Los desechos orgánicos ocupan la segunda posición en el ránking de la basura presente en las montañas, con el 61% sobre el total detectado. Amenaza certera para la salud por el riesgo de contaminación de las fuentes de agua, entre ellos se incluye el papel higiénico y el utilizado para limpiarse la orina después de miccionar —y las toallitas higiénicas para el mismo uso—. A su peligrosidad, se une un considerable efecto antiestético y gran durabilidad. El papel higiénico puede permanecer en la naturaleza sin degradarse hasta cien años. Cartones, vidrios, restos textiles de prendas deportivas y residuos metálicos les siguen, ocupando las últimas plazas restos electrónicos y pilas.

Respecto a dónde tiramos la basura el informe detectó una preocupante coincidencia: la inmensa mayoría de los desechos se localiza en las zonas que frecuentan visitantes ocasionales de las montañas, como senderistas, excursionistas y montañeros, no los residentes.

Los sitios donde se detectó mayor acumulación de basura plástica son los márgenes de los caminos y sus puntos de descanso, con el 81% del total. Les siguen aparcamientos y zonas habilitadas para caravanas: 77%. En tercera posición está el entorno de los refugios y cabañas de montaña, con el 62%. Destaca que en las cimas de las montañas se acumula el 46 % del total de residuos detectados.

La metodología empleada en la elaboración del informe sólo permite ofrecer datos estimativos. Señalan estos que la mayoría de los encuestados, 46%, consideraron que, en una salida normal de una jornada por la montaña, podrían llenar el bolsillo superior de su mochila con los residuos detectados. El 26%, señalaron que podían haber llenado la mitad de una mochila, en torno a un volumen de 30 litros de basuras; mientras que el 15% señaló haber visto suficientes desechos como para llenar varias mochilas, un volumen superior a 100 litros.

OCÉANOS Y MARES

El informe hermana de manera sorprendente a las montañas con otro gran ecosistema muy alejado de ellas: los mares y océanos. Lo hace precisamente por medio de las basuras. Coincide con un estudio realizado por el PNUMA en 2018, según el cual los dos grandes ecosistemas, sistemas montañosos y océanos y mares del planeta, están conectados a través de los arroyos, ríos y corrientes fluviales, que tienen sus cabeceras en las primeras y mueren en los segundos.

Fuente: El Mundo