En los últimos años cada vez más científicos se han sentido intrigados por cómo es que los perros se convirtieron en miembros integrales de las familias, compartiendo espacios y adoptando un estilo de vida muy diferente al que tenían antes, cuando su principal tarea era cazar o cuidar los hogares.
Esta adaptación biológica y cognitiva, que les permitió encajar mejor en el mundo contemporáneo, está siendo analizada como la base de una nueva fase evolutiva en la cual están entrando. Al menos así lo sugiere una reciente investigación publicada en The Atlantic.
- Quizás te pueda interesar: “Analizan la preferencia de las personas entre perros y gatos”.
Cada vez más cercanos
El artículo -dirigido por científicos de la Universidad de Duke, en Estados Unidos- sostiene que estos animales, sobre todo los que fueron entrenados originalmente como “de servicio«, están desarrollando características que los preparan para la vida casera de este siglo. Esta distinción podría considerarse como una tercera ola de domesticación.
Explican que bastó sólo una generación para que los humanos cambien las reglas de sus mascotas, obligándolas a vivir en entornos cada vez menos salvajes. Esto también habla de la rapidez con la que están ocurriendo las modificaciones culturales.
Los perros también son familia
En ese sentido, los científicos sostienen que las claves para entender este fenómeno están profundamente arraigadas en la evolución social y la domesticación a lo largo de miles de años. Un ejemplo claro es cómo las personas pasaron de buscar canes guardianes y de trabajo, a buscar ejemplares que no ladren ni hagan ruido.
De hecho, una reciente encuesta asegura que sus tutores los eligen mayoritariamente como compañeros que puedan descansar bajo el escritorio durante una jornada de trabajo remoto y como amigos sociables y de buen temperamento.
Otro dato que apoya esta teoría, es que aquellos que son designados para ayudar a personas con discapacidad no sólo son más obedientes, sino que también parecen tener un nivel de cognición social superior, lo que los hace aún más amigables y con una inclinación natural hacia las interacciones con humanos. Este último rasgo, sobre todo, podría ser un indicio de que la selección artificial está moldeando a una nueva generación de perros.