La sequía que padeció Cataluña a principios de año se convirtió en una aliada contra el fuego. La escasa flora que creció en invierno por falta de precipitaciones y las últimas lluvias primaverales han cristalizado el escenario perfecto para la prevención de incendios durante este verano, según los expertos. “Eso se traduce en que los árboles y la poca vegetación que nos dejó la sequía están verdes, lo que dificulta la propagación del fuego”, explica David Montserrat, técnico del Servicio de Prevención de Incendios de la Generalitat.
A la espera de presentar en las próximas semanas el plan específico de la próxima campaña forestal, desde la Generalitat se prevé que este verano sea uno de los “más tranquilos” de los últimos años. Montserrat habla de un “importante colchón” durante julio y principios de agosto. Las lluvias de las últimas semanas van a traer un efecto positivo inmediato: “Para que el terreno sea proclive al fuego tendrá que secarse primero, y con todo lo que ha llovido en mayo, ya se han recortado muchos días potencialmente peligrosos”, añade el técnico.
Durante el año pasado, ese mes pasó casi sin precipitaciones. Con todo, el balance final de 2017 fue de 1.300 hectáreas quemadas, 700 menos que en 2016 y 300 menos que en 2015. Unos datos que llaman más al optimismo.
Desde 1994, el 14 % de los incendios ha sido provocado por quemas agrícolas y un 24 % ha sido directamente intencionado, según datos del Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación. “Al menos lo que sabemos es que si alguien quema rastrojos, va a ser muy difícil que el fuego se descontrole y se extienda hacia terreno forestal”, añade Montserrat. La prohibición de esta práctica se inició el 15 de marzo y finalizará el 15 de octubre.
Fuente: El País.