El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) pronostica que este evento se prolongará unos meses más. “En enero, parecía que La Niña se iba a debilitar, pero se intensificó, lo que ayudó a que se establezca ese patrón tan seco. Las últimas predicciones prevén que dure todo el otoño”, informó el climatólogo José Luis Stella desde el ente.

Por su parte, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés) coincide, y afirma que hay una probabilidad del 77 % de que este fenómeno siga hasta mayo. “Cuando se dio La Niña en otoño, las lluvias en promedio también fueron por debajo de lo normal, en especial en el norte del Litoral. Lo bueno es que en esa estación tenemos otros forzantes de menor escala, empieza a haber más frentes fríos y cambios en la masa de aire, y aumenta la posibilidad de que haya más precipitaciones”, aclara Stella.

El especialista del SMN indica que “lo peor ya habría pasado en cuanto al factor climático, pero no se espera una mejora muy sustancial en cuanto a precipitaciones en el corto y mediano plazo”. Explica que, durante los años 2020 y 2021, el país estuvo bajo la influencia del fenómeno de La Niña, que “inhibe las precipitaciones en la Cuenca Del Plata, principalmente en nuestro litoral”.

Si a estas condiciones de sequía se suman otros factores climáticos más la actividad humana, el resultado pueden ser grandes focos de incendios. “La falta de lluvias, la temperatura alta y el viento, si estos tres condimentos se alinean, puede ser catastrófico, como pasó este año en Corrientes, en 2020 en Córdoba o el año pasado en Patagonia”, afirma Stella.

En el caso de los incendios en Corrientes, que según el cuarto informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) abarcaron una superficie quemada de 934.238 hectáreas al 21 de febrero, la zona ya estaba con condiciones de sequía de severa a extrema en noviembre. “A esto se le sumó el verano, con temperaturas extremadamente altas en esa zona y en el país. Se registró el récord de olas de calor para esa zona del litoral, en Posadas, en Iguazú, con muchos días de más de 40 grados centígrados”, describe el climatólogo.

La falta de agua

Para el biólogo del Instituto de Diversidad y Ecología Animal de Córdoba y experto en el análisis de patrones de inflamabilidad de la vegetación, Marcos Landi, en materia de fuego, además del factor climático, hay que analizar otros componentes, como la matriz de combustible. “Estamos teniendo una bajante hídrica muy fuerte, y todos los pastizales, a los que llamamos combustible fino, que siempre están húmedos, ahora están secos. Además, tenemos una práctica que se ha llevado a cabo desde siempre, que es la quema de pastizales”, expresa Landi.

El especialista en información geoespacial para el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) agregó: “En un año normal, esto no genera problemas porque tenés una matriz húmeda, entonces, cualquier pequeño foco se extiende un par de hectáreas y se queda ahí. La situación cambió en estos últimos años, y esa práctica habitual hoy es problemática. Ahí es donde hay que empezar a pensar la prevención”.

Según Landi, los combustibles más inflamables son los pastizales, útiles para el productor, mientras que, “en el otro extremo de la inflamabilidad, están las maderas duras, porque el bosque es más cerrado y húmedo”, señala, y agrega: “Desde la perspectiva puramente científica, sabemos que si logramos que el 40 % de la matriz sea poco inflamable, el fuego no tendrá por dónde pasar”. De todos modos, el biólogo reconoce que hacer cambios en la matriz de combustible vegetal requiere tiempo y el consenso de distintos actores, los ganaderos entre ellos.

Prevenir

Entre las recomendaciones que propone el documento de la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático se encuentran diseñar instrumentos y mecanismos legales para la implementación de planes de manejo de plantaciones que aseguren un buen uso de combustibles y la diversificación de especies para minimizar los daños por causa de incendios; implantar sistemas de monitoreo satelitales para identificar las zonas proclives al fuego y tomar acciones preventivas ante la ocurrencia de incendios forestales, en particular bajo condiciones climáticas; y caracterizar los regímenes de fuego y monitorear su comportamiento, especialmente en el caso de ecosistemas adaptados al fuego y en zonas susceptibles a incendios forestales.

“Hay que aunar esfuerzos a nivel nacional para estimar el riesgo de incendio y la inflamabilidad de nuestros sistemas para tomar políticas de prevención mucho más eficaces”, solicita Landi. Acota que en el país existen “áreas rojas que no tienen el nivel de conservación que necesitarían; cuando el sistema está más conservado, estas crisis son más suaves”.

Con información de Télam