A través del Decreto 1/2025, el presidente Javier Milei autorizó la importación y exportación de residuos no peligrosos. De este modo, fijó los lineamientos para la comercialización de chatarra y residuos metálicos, estableciendo que deben haber sido sometidos a una operación de valorización y que la comercialización puede ser definitiva o temporaria.

Las características de la explotación de chatarra

La normativa establece que pueden ser utilizados como “insumo para un proceso productivo determinado o un producto de uso directo” en el Territorio Nacional, el Área Aduanera Especial y las Zonas Francas, incluidos sus espacios aéreos y marítimos.

Por otro lado, aclara que “no estará permitida la importación de aquellos residuos no peligrosos que, habiendo sido sometidos a una operación de valorización, pretendan tener como objetivo la valorización energética y/o su disposición final”.

Además, establece que, para la importación, será necesario contar con un Certificado de Inocuidad Sanitario y Ambiental, un Certificado de No Peligrosidad, una Comunicación formal de la autoridad competente en el país de origen sobre la no peligrosidad de los materiales o una Declaración Jurada. En caso de que no cumpla con las condiciones, “el importador será responsable patrimonialmente de la devolución, con carácter de urgente, al país de origen”.

La búsqueda de la sustentabilidad

El ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, declaró que la prohibición que regía hasta este momento “era nociva por varios motivos. Primero, porque al deprimir el precio local de los desechos desincentivaba el reciclado. Pero era nociva, sobre todo, porque prohibía un sinfín de negocios de reciclado para amplísimos sectores de la economía (por dar un ejemplo, cables de cobre desechados por las telefónicas, que tienen un activo mercado para reciclado en el exterior, no podían exportarse)”.

Sin embargo, esta medida no fue bien recibida entre las principales siderúrgicas y en algunas PyMES ya que sostienen que la exportación de chatarra funcionaría como la de carne con la cuota Hilton: se venderían los mejores insumos y quedarían los peores, que no pueden ser procesados en los hornos de las pequeñas empresas.