Durante más de 20 años, la tripulación de esta nave se enfrentó a la pesca pirata y los arpones balleneros; desde las regiones polares hasta África Occidental, se asoció con científicos y periodistas para revelar actividades ilegales y realizar estudios innovadores. Luchó en nombre de las personas y el planeta contra aquellos que están dispuestos a destruir por su propio beneficio y poder.

Este barco llevó apoyo y ayuda humanitaria a los necesitados tras el terremoto de Haití de 2010 y el tifón Bopha de 2012, que devastó grandes extensiones de Filipinas.

Como el barco más rápido de la flota de Greenpeace, el Esperanza se usaba a menudo para perseguir barcos de alta velocidad y enfrentarse a delincuentes ambientales que pocos podían atrapar; incluso llevó estas peleas a las heladas aguas de la Antártida en numerosas expediciones polares. Ahora, el Esperanza ha llegado a su última escala en el puerto de Gijón, España, y en las próximas semanas se retirará definitivamente.

Como consigna la ONG en su página web: “A medida que cambia el mundo, también deben cambiar las operaciones marítimas de Greenpeace. El Esperanza, incluso con su propulsión eléctrica, tenía una huella de carbono mucho mayor que otros barcos de Greenpeace y, a pesar de los esfuerzos constantes de la tripulación, los técnicos, las y los voluntarios y simpatizantes dedicados a perfeccionar y mejorar las características técnicas del barco, su biología fundamental no le permitía ser coherente con la visión de Greenpeace de un futuro sin emisiones de carbono”.

La tripulación del Esperanza lanzó aviones, helicópteros y submarinos que funcionan con energía solar desde sus cubiertas y le dio al barco muchas renovaciones ecológicas desde el inicio del servicio y a lo largo de su vida, en medio de una emergencia climática con delitos ambientales que aún se cometen por todas partes.

Fuente: Greenpeace