El Parque Nacional de Yellowstone, considerado el más antiguo del mundo, fue creado en 1872, pero su fauna no fue verdaderamente protegida: en 1926 los lobos y los pumas fueron eliminados. 

Esta decisión deliberada produjo un efecto rebote: la población de ciervos aumentó a tal punto que comenzaron a alterar la vegetación. De este modo, se optó por realizar matanzas selectivas para controlar su población, lo que terminó en 1960 y derivó en un aumento de la cantidad de ejemplares.

Finalmente, se llegó a la conclusión de que había que reintroducir al lobo. Así, 14 provenientes de Canadá fueron liberados en el parque en 1995, y otros 17 ingresaron en 1996.

Mark Boyce, de la Universidad de Alberta (Canadá), publicó un estudio en Journal of Mammalogy en el que explica este “experimento ecológico”. En diálogo con National Geographic España contó: «Los ciervos (Cervus elaphus) se alimentaban de la vegetación boscosa durante el invierno, sobrepastoreando gravemente los árboles caducifolios y los arbustos. Al reducir las densidades de ciervos en algunas áreas, la vegetación boscosa consiguió recuperarse, esto sucedió especialmente en hábitats ribereños, donde sauces, álamos y alisos proporcionaban pasto cada invierno y a menudo morían sus plantas. Así que hemos visto cómo se ha recuperado la vegetación y, además, se ha incrementado el número de osos grizzly y de pumas, todo ello ha creado un nuevo estado ambiental dentro de Yellowstone».

Esto quiere decir, como consigna el medio, que “la mayor influencia de osos pardos (Ursus arctos), pumas (Puma concolor) y bisontes (Bison bison) está creando unas interacciones biológicas más complejas en el parque, superando la interacción inicial entre ciervos y lobos”.

Este caso de éxito nos muestra que el equilibrio natural es muy delicado, y que cada actor cumple un rol fundamental en el mismo. Un ambiente sano depende de estas interacciones.