Este concepto es utilizado por algunas personas para describir la experiencia de sentir una presencia que es invisible y reconfortante cuando vivieron momentos extremos o de vida o muerte.
Las historias del Tercer Hombre
El Síndrome del tercer hombre fue reportado por exploradores, montañistas y sobrevivientes de situaciones traumáticas, como la expedición de riesgo realizada por Ernest Shackleton en la Antártida en 1914.
Shackleton, junto a sus compañeros Frank Worseley y Tom Cream, realizaban una peligrosa caminata hacia una estación ballenera en Georgia del Sur, y todos ellos, percibieron una presencia adicional, como si hubiera una cuarta persona acompañándolos en su lucha por sobrevivir.
También, más de 15 años después, Frank Smythe, un alpinista británico, advirtió un relato similar al anterior cuando ascendió el Everest en 1933. En su aventura, Smythe, se encontraba solo, pero en un momento duro de su recorrido sintió otro hombre junto a él, hasta incluso, le ofreció comida.
A partir de estos sucesos, a través de los años los investigadores buscaron una explicación para este fenómeno. Por su parte, el escritor John Geiger, indica que el fenómeno tiene una base neuroquímica. Se trataría de fallos en la actividad cerebral a causa del estrés extremo, la fatiga o la falta de oxígeno.
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La explicación de este fenómeno
Geiger, en su libro The Third Man Factor: Surviving the Impossible, califica al Síndrome del Tercer Hombre como una defensa del ser humano para lograr calma y una guía bajo circunstancias extremas.
Las amenazas de los alpinistas no solo provienen del entorno físico, sino también de su propio estado mental, por lo que este fenómeno puede ser clave para entender el funcionamiento del cerebro en estos casos y ayudar a desarrollar nuevas formas de apoyo psicológico para las personas que se enfrentan a condiciones extremas.