Las razones de su caída fueron objeto de intensos debates prácticamente desde su ocurrencia. Se barajaron muchas hipótesis: estancamiento económico, decadencia social, conflictos políticos, invasiones extranjeras e, incluso, el plomo.
El clima en la Tierra
Si bien muchos expertos sostienen que su colapso tuvo que tener su base en una compleja interacción de factores, una nueva investigación llevada a cabo por la Queen’s University de Canadá, la Universidad de Southampton (Reino Unido) y la Academia China de Ciencias sugiere que los eventos climáticos también pudieron tener incidencia.
Según explica el medio Popular Science, “análisis previos indican que la Tierra sufrió una edad de hielo de aproximadamente 200 a 300 años de duración, que comenzó alrededor del año 540 d. C.”. Los científicos creen que ésta pudo desencadenarse a raíz de una serie de poderosas erupciones volcánicas que expulsaron enormes cantidades de ceniza y redujeron las temperaturas globales. La llaman “la Mini Edad de Hielo”.
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Tal como lo indica su nombre, no fue tan grande como otras, pero algunos investigadores creen que contribuyó al declive del Imperio Romano. Para llegar a estas conclusiones, se apoyaron en rocas que consideran “extrañamente fuera de lugar”, recolectadas en Islandia.

Detalles del Imperio Romano
Explican que las muestras contenían cristales del mineral circón, los cuales “son esencialmente cápsulas del tiempo que preservan información vital, incluyendo su fecha de cristalización y sus características compositivas”. “La combinación de edad y composición química nos permite identificar las regiones actualmente expuestas de la superficie terrestre”.
Tras el análisis, detectaron que abarcan tres mil millones de años de historia geológica y que se remontan a Groenlandia. Esto fue clave, ya que explican que “el hecho de que las rocas provengan de casi todas las regiones geológicas de Groenlandia evidencia su origen glaciar” porque, a medida que se desplazan, “erosionan el paisaje, fragmentando rocas de diferentes zonas y arrastrándolas, creando una mezcla caótica y diversa, parte de la cual queda atrapada en el hielo”.
Si bien el equipo no puede aseverar que la caída del Imperio Romano y la Pequeña Edad del Hielo estén vinculadas, sí creen que son prueba de la severidad climática del siglo VI, lo que pudo haber exacerbado las hambrunas, el malestar social y las migraciones masivas en una Roma que ya era inestable.