Una nueva investigación de la Universidad de Oregón, en los Estados Unidos, -y publicada en la revista Environmental Science & Technology– plantea que los incendios forestales pueden desencadenar la transformación de los minerales presentes en el suelo, lo que puede decantar en la conversión de estos elementos: de inocuos a contaminantes peligrosos.
El impacto de los incendios forestales
Esta adaptación estaría amenazando la calidad del agua subterránea, sobre todo con el paso del tiempo y la reiteración de estos eventos. Por ejemplo, indican que el cromo -un micronutriente esencial en su forma natural- podría transformarse en un metal pesado tras la exposición a temperaturas extremas. Siendo así, estaríamos frente a riesgos ambientales a largo plazo nunca antes planteados.
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Para llegar a estos resultados, el estudio se centró en este elemento químico que es predominante en la zonas boscosas de forma benigna. Así detectaron que puede volverse un carcinógeno de clase A, vinculado a cánceres de pulmón, senos paranasales y nasales. Cabe destacar que las muestras recolectadas son pertenecientes al Estado de donde es oriunda la universidad, el cual se caracteriza por poseer grandes depósitos de cromo y un riesgo creciente de igniciones.
Por otro lado, se simularon escenarios de incendios en laboratorio, sometiendo los materiales recogidos a temperaturas de entre 200 y 760 °C durante al menos dos horas. En ese tiempo, que es breve considerando lo que demora detener las llamas en la vida real, ya vieron las primeras mutaciones del elemento.

La contaminación de las napas
Para evaluar el potencial de contaminación del agua subterránea, el equipo replicó la lixiviación provocada por la lluvia: llenaron columnas de plástico con la tierra quemada y las sometieron al paso de agua de lluvia durante una semana, simulando aproximadamente la mitad de la precipitación anual de la zona.
Gracias al análisis del agua drenada, pudieron identificar un factor de riesgo que se encuentra por encima de los estándares de la Agencia de Protección Ambiental del país nortemericano. Explican que la presencia de estos tóxicos en el agua pueden ser de 6 meses hasta casi 3 años.