Dos estudios recientes suman nueva evidencia científica de que en los últimos años los casos de accidentes cerebrovasculares (ACV), o ictus, se han extendido a poblaciones cada vez más jóvenes. Anteriormente se creía que era un problema que afectaba principalmente a las personas mayores de 60 años, pero hoy la tendencia es otra. 

Además, las investigaciones sugieren que la mortalidad asociada a esta patología también se incrementó. La primera de ellas se basó en la examinación de estos eventos en la región americana durante los últimos 30 años, abarcando un total de 38 países. Este estudio hizo especial hincapié en las personas de mediana edad y las mujeres. 

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Al respecto, considera que factores como la desigualdad en la atención médica y otras barreras en el acceso a la salud aparecen como puntos clave de este cambio. En ese sentido, destaca que este incremento podría estar asociado -en parte- a una mayor detección en este grupo, dado que, históricamente, los síntomas en mujeres no siempre eran tomados en cuenta. 

El segundo análisis suma a esta revisión científica otros factores determinantes: la contaminación y el consumo de sustancias y/o fármacos. Explican que ambos son los principales responsables del cambio generacional, poniendo a los más jóvenes en riesgo.

ACV: nuevas estadísticas

Hasta ahora era inesperado el aumento de casos en individuos menores de 50 años, sobre todo en el índice de mortalidad por ictus isquémico (el más común) en adolescentes. Esta tendencia se identificó en los últimos 10 años, siendo aún más marcada en lugares como Estados Unidos, Jamaica, Haití y Venezuela. 

A excepción de América del norte, se trata de naciones en vías de desarrollo y donde las condiciones como la hipertensión, la obesidad y la diabetes están muy presentes. Por otro lado, encontraron que el uso de anticonceptivos está muy normalizado, lo que también podría guardar relación. 

Este último estudio sugiere que un mejor acceso a los sistemas de salud, una reducción de las emisiones contaminantes y un fortalecimiento de las campañas de concientización podrían salvar vidas y frenar el impacto económico y social de los accidentes cerebrovasculares. En ese sentido, apela a los gobiernos, las instituciones y a la comunidad médica para que implementen medidas concretas.