El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) explica que la demanda del agua aumentará un 43 % para mitad de siglo, según las previsiones, y destaca tres causas: “el crecimiento de la población (y los flujos migratorios), la expansión agrícola y las actividades industriales”.
Si bien esta situación se ve en otras regiones, en la nuestra se produce a un paso más acelerado. Esto aumenta el riesgo de que gran parte de la población mundial viva en zonas con escasez hídrica ya que aumenta el consumo, pero disminuye la disponibilidad.
El agua: una situación particular
Desde el PNUD enfatizan que no se trata sólo de un problema ambiental, sino que el estrés hídrico “aumenta las desigualdades y tiene un grave impacto en la nutrición, en la medida que los alimentos pueden volverse escasos y más caros”.
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Por otro lado, recuerdan que esto “afecta la salud, ya que puede favorecer el consumo de agua contaminada y causar problemas de higiene, además de dañar los medios de subsistencia de muchas familias cuando las tierras se secan”. Explican que durante 2023 “se registró una pérdida de algunos cultivos cercana al 30% en Argentina y al 80% en Perú”.
Conclusiones
Por lo tanto, es evidente que la falta de agua es un problema transversal, ya que también pone en juego la estabilidad del suministro eléctrico y el crecimiento económico de las naciones -por ejemplo, al impactar negativamente en el comercio marítimo por la dificultad de navegar en los canales, como ya ocurrió en nuestro país-.