Si bien los humanos consideramos tener un vínculo cercano con nuestros amigos de cuatro patas, lo cierto es que la comunicación -que, en principio, sería la base de nuestra convivencia con ellos- es muchas veces malinterpretada; al menos así lo sugiere un nuevo estudio realizado por expertos de la Universidad Estatal de Arizona

La investigación revela que, pese a los siglos que llevamos compartiendo con perros, las personas no hemos aprendido aún a comprender sus emociones. Esto sucede, en gran medida, porque estamos acostumbrados a basarnos en el contexto y no en las señales concretas que envía el animal. 

El diccionario equivocado

Aunque creamos que sabemos leer con precisión el estado emocional de nuestras mascotas, nuestra percepción es muy engañosa. Según explican desde el Departamento de Psicología de la institución estadounidense, aunque ellos intentan comunicarse no conocemos bien su lenguaje corporal. Esto pasa porque queremos interpretar su comportamiento desde nuestra perspectiva, asumiendo que compartimos las mismas emociones y reacciones. 

Esta “idea” que a veces tenemos, hace que cometamos errores a la hora de analizar sus expresiones, lo que puede generar confusión y respuestas inadecuadas. Para demostrar este hecho, los científicos realizaron dos experimentos con la ayuda de videos y diferentes situaciones.

Los perros no disfrutan de muchas de las actividades que son placenteras entre humanos.
Los perros no disfrutan de muchas de las actividades que son placenteras entre humanos.

Proceso de investigación

En el primer caso, grabaron ejemplares en circunstancias positivas (como recibir un premio) y negativas (como recibir un reto) para luego ser mostrados frente a un grupo de participantes. Pero había un truco: se le quitó el fondo al video para que no pudieran conocer cuál era la coyuntura.

Al segundo grupo también se les mostraron estos videos, pero con otro cambio; estos participantes en lugar de ignorar los contextos, los vieron cambiados. Así las imágenes del perro recibiendo estímulos positivos fueron superpuestas con las imágenes de humanos impartiendo una reprimenda, y viceversa.

No hablamos el idioma perro

¿El resultado? Los encuestados no lograron juzgar adecuadamente los sentimientos del can. Es que la mayoría de ellos interpretó la emocionalidad en base a la situación que estaban viendo y no en sus expresiones reales. En el caso de aquellos que no vieron un contexto específico, tendieron a proyectar sus propias sensaciones, un fenómeno conocido como antropomorfización. 

Tras estos análisis, los expertos concluyeron que es necesario centrarse en el lenguaje corporal de los perros y en señales específicas en lugar de asumir lo que sienten. Esta es la única manera de identificar factores que realmente podrían afectarlos, lejos de nuestros sesgos. Reconocer que no somos buenos intérpretes es el primer paso.