El cambio climático dejó entrever una inquietante realidad que se escondía en la nieve del Everest. Se trata de decenas de cadáveres de alpinistas esparcidos en sus más de 9.000 metros de altura.
Cada vez es más común que guías y escaladores denuncien la presencia de restos, muchas veces, encontrados al azar: ya sea tropezando con prendas de vestir ocultas entre las rocas o con huesos que sobresalen.
El operativo para recuperar los cadáveres
Debido a este panorama, el Ejército de Nepal comenzó a realizar una serie de operaciones para recuperar los cuerpos, aunque sin mucho éxito puesto que algunos de éstos son demasiado frágiles para retirarlos.
Sin embargo, los desechos orgánicos no son el mayor problema. El deshielo también está dejando a la luz cientos de instrumentos no biodegradables como cuerdas y tubos de oxígeno, que en algún momento se vieron enterrados en el paisaje. Esta acumulación corresponde a décadas de expediciones sin control ni previsión ambiental.
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La cantidad de casos a través de las décadas
Sólo basándose en datos de la BBC en relación a la cantidad de muertes durante los primeros años de exploración, ya se puede estimar que existen no menos de 300 personas sepultadas. Las causas principales incluyen avalanchas, caídas, mal de altura agudo, hipotermia y agotamiento extremo. Además, en el Everest una vez que se pasa los 8.000 metros de altura se entra en la “zona de la muerte”, un área del monte en donde el cuerpo humano se deteriora con el pasar de los minutos debido a la carencia de oxígeno.