Las redes eléctricas se están viendo afectadas por los fenómenos extremos que son cada vez más frecuentes en el país norteamericano. De hecho, según un informe del Fifth National Climate Assessment, millones de personas han quedado sin suministro energético o lo han visto interrumpido en las últimas dos décadas, algo que aumenta los riesgos para la salud pública. 

Los datos revelan que entre el 2013 y el 2022 el número de fallas ha aumentado en un 16 % en relación a eventos climáticos. Por otra parte, un informe complementario detalla que éstos han sido responsables del 80 % de los cortes totales de energía desde comienzos de siglo.  

La influencia del clima

En ese sentido, señalan a las tormentas de gran escala como las principales causantes, seguidas de los vientos extremos, los incendios forestales y las inundaciones. Estos factores afectarían la transmisión y distribución de la energía.

Mencionan que, aunque el calor extremo no provoca daños directos, también es determinante dado que disminuye la eficiencia de las líneas de transmisión y aumenta la demanda de los usuarios para climatizar los hogares. Por otro lado, durante los escenarios de sequía muchas plantas termoeléctricas funcionan con dificultades dado que requieren de agua para su enfriamiento. 

Panorama energético

Los expertos advierten que los apagones prolongados atentan contra la calidad de vida de las personas, sobre todo para aquellas con condiciones médicas subyacentes. Comentan que durante el 2021 Texas sufrió un importante corte en medio del invierno, lo que resultó en la muerte de cientos de personas. 

Ante este panorama explican que es necesario mejorar la resiliencia del sistema energético frente a la creciente amenaza del cambio climático. Aseguran que el reemplazo de infraestructuras antiguas y el mantenimiento de las instalaciones es fundamental para evitar enfrentar costos aún mayores.