En la península de Anatolia, Turquía, se halla Çatal Hüyük, que se traduce como “colina panzuda” y es considerado un lugar fundamental para la vida urbana y la civilización; es decir, para la aparición de las ciudades. 

Establecida en torno a los años 9000 a 7500 a.C., en pleno Neolítico, posee muchos secretos que se van develando con cada nueva incursión. La última campaña arqueológica fue dirigida por equipos turcos y polacos, con la dirección de la Universidad de Poznań, y reveló algo que sorprendió a los expertos: “la Casa de los muertos”.

Las supuestas prácticas funerarias

Se trata de un edificio rodeado de diversas estructuras dispuestas alrededor de un patio, como un gran edificio ritual con catorce plataformas que parece haber sido escenario de ceremonias o prácticas espirituales, pero su particularidad es que no tiene rastros de uso doméstico. 

De hecho, encontraron los restos sepultados de al menos veinte personas que, según afirman los investigadores, probablemente murieron en otro lugar, “lo que indica una deposición ritual en lugar de un entierro convencional”, lo que subraya la importancia simbólica y espiritual del entorno, tal como consigna el medio National Geographic

Arqueólogos revelan nuevos hallazgos referidos a prácticas funerarias.
Arqueólogos revelan nuevos hallazgos referidos a prácticas funerarias.

Las investigaciones en la zona sugieren que “la transformación social impulsó a los antiguos habitantes a migrar del montículo oriental al occidental del asentamiento”. Estos cambios en la vida comunitaria, en las prácticas espirituales y en la organización social son unos de los primeros ejemplos de migración urbana. Sin embargo, hay dudas sobre los motivos.

Lo que indica el hallazgo encontrado por los arqueólogos

Una hipótesis que barajan es que haya cambiado la estructura social, lo que llevó a algunas personas a buscar asentamientos más alejados, con mejores viviendas. 

Los arqueólogos explican que “esta transformación marca una fase crítica en la historia de la humanidad, que refleja no solo la evolución arquitectónica, sino también un cambio más profundo en la organización de las primeras sociedades agrícolas. Lo que comenzó como una comunidad muy unida pudo haberse diversificado gradualmente en hogares más individuales, un cambio que transformó la vida cotidiana, los rituales e incluso las prácticas funerarias», en lo que se considera uno de los primeros experimentos urbanos de la humanidad.