El cáncer es el drama que miles de personas sufren en cientos de poblaciones distribuidas por toda la geografía del ‘gigante chino’. El causante de tantas enfermedades en estas aldeas es un enemigo que es imprescindible y sustancial para la vida. Está en las cañerías de las casas, en el subsuelo y en la superficie, en los sistemas de regadío y hasta en los alimentos. Este enemigo no es otro que el agua, sustento primordial para la vida.
Este bien está tan contaminado que, ante la falta de fuentes de consumo alternativas, hace que los habitantes dependan irremediablemente de él. En China, más del 80% del agua de los pozos subterráneos y el 30% de los ríos están seriamente contaminados, según un informe publicado el año pasado por el Gobierno chino.
Los datos revelan que uno de cada siete chinos (190 millones de personas) beben agua contaminada, la cual puede contener materiales tan tóxicos como el amoníaco, el fósforo o el arsénico. Lo mismo sucede con el suelo. El 20% del terreno cultivable también está contaminado porque es regado, muchas veces sin más alternativa, por este agua.
Las denominadas ‘aldeas del cáncer’ tienen un denominador común: alrededor de todas ellas hay fastuosas fábricas que emiten toneladas de CO2 a la atmósfera y vierten grandes cantidades de residuos a los ríos colindantes. En 2013, el Ministerio de Medio Ambiente de China reconoció por primera vez el problema de estos poblados en un informe, en él se asegura que “los productos químicos tóxicos han causado muchas emergencias ambientales relacionadas con el agua y la contaminación del aire».
El documento, llamado Plan Quinquenal 2011-2015 de lucha contra la polución química, reconoce que estos productos pueden representar un riesgo a largo plazo para la salud humana y que «incluso hay casos graves de problemas de salud y sociales como el surgimiento de pueblos de cáncer en regiones individuales».
Fuente: El Español