Durante el 2024 se detectaron los primeros casos de gripe aviar H5N1 en la Antártida, una región que hasta ese entonces había permanecido aislada del problema. Ahora, una nueva expedición científica reveló que la situación escaló de manera preocupante, afectando la vida de la fauna silvestre en general.
El avance de la gripe aviar
Gracias a la investigación, realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Unión Española de Aseguradoras y Reaseguradoras (UNESPA), detectaron la presencia del virus en una gran diversidad de especies, las cuales han demostrado un aumento significativo en su índices de mortandad; es el caso de los pingüinos Adelia.
Los expertos temen que estos brotes tengan efectos devastadores en todo el continente blanco. Ya en el 2020 hubo una experiencia similar en el resto del globo, la cual fue tratada como una “panzootia”; es decir, una pandemia entre animales. En aquel entonces afectó a más de 400 especies de aves y otras 51 especies de mamíferos silvestres.
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Pronósticos
Si bien se encontraron algunos puntos de la Antártida donde la infección no fue mortífera -lo que demostraría que algunos individuos tienen mayor resistencia a la enfermedad-, la expansión del patógeno continúa siendo una potencial amenaza, incluso tras la recuperación de los afectados ya que pueden seguir contagiando hasta 100 días después de haber albergado el virus.
Este último dato demuestra la capacidad de la gripe aviar para mantenerse activa en superficies y restos orgánicos, incluso en las difíciles condiciones antárticas.