Un nuevo artículo publicado por el medio The Washington Post analizó la situación que viene atravesando la región de Krasnodar (Rusia) tras el derrame sufrido el 15 de diciembre pasado cuando dos buques quedaron atrapados en una tormenta, situación que derivó en el hundimiento de uno de ellos. En total se liberaron entre 2.500 y 4.500 toneladas de fuelóleo repartidos entre el Mar Negro y el Mar de Azov. 

Explican que se trata de un hidrocarburo mucho más pesado que el convencional, con lo cual no sólo flota sobre la superficie, sino que también se asienta en el lecho marino, aumentando el impacto ambiental.

Un evento histórico para el mar muerto

Según las estimaciones, esta contaminación afecta a aproximadamente 650 kilómetros cuadrados de costa y otros 65 kilómetros cuadrados mar adentro. Esta extensión alcanza la magnitud de uno de los derrames más impactantes de la historia de Rusia, el de Exxon Valdez. Dicho evento ocurrió en 1989 e involucró 35.000 toneladas de crudo. De hecho, desde el Instituto de Problemas Hídricos del país, describen el evento más actual como el peor desastre de su nación en lo que va del siglo XXI. 

Los nuevos datos arrojan que las problemáticas asociadas a este accidente podrían persistir durante más de 15 años, lo que implica una lenta recuperación y la necesidad de mayor intervención del Estado. Respecto al daño ecológico inmediato, los residuos se han esparcido rápidamente y ya han comprometido a los ecosistemas locales. Denuncian que esto se vio propiciado por un accionar negligente de las autoridades las cuales no le dieron estatus de urgencia al caso.

Pobladores y vecinos inexpertos se hicieron cargo del derrame en el Mar Muerto dada la lenta operación del gobierno ruso.
Pobladores y vecinos inexpertos se hicieron cargo del derrame en el Mar Muerto dada la lenta operación del gobierno ruso.

La poca participación del Estado

Agregan que en los primeros días posteriores al derrame la respuesta oficial fue prácticamente inexistente y que el manejo de la crisis quedó en manos de la población local, siendo los ambientalistas y las organizaciones quienes tomaron el rol protagónico. Sin embargo, las labores de los voluntarios no pudieron compensar la falta de asistencia económica; tanto así, que los activistas debieron utilizar herramientas caseras como rastrillos y palas para trabajar, por lo que se vieron muy expuestos a los efectos nocivos de los gases tóxicos. 

Explican que las sustancias vertidas causaron una mortalidad masiva de especies, entre ellos más de 60 delfines y miles de aves costeras. Si bien los números no son oficiales, creen que serían más de 20.000 los decesos. Por otro lado, otros organismos marinos fundamentales también se vieron afectados, como moluscos, peces y plancton.