Investigadores de diferentes partes del mundo intentan comprender cómo funciona el sistema de corrientes oceánicas que conecta el Norte con el Sur. Asimismo, buscan evaluar los riesgos en caso de una desaceleración o detención de la misma; algo que podría ocurrir como consecuencia del calentamiento global. 

Explican que la llamada Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC por su sigla en inglés) es impulsada por una combinación de vientos y la propia densidad del agua. La misma no sólo distribuye el calor, la humedad y algunos nutrientes clave para los ecosistemas, sino que regula el clima. 

¿Cómo funciona?

En ese sentido, temen que el agua dulce procedente del deshielo de los polos pueda perturbar el equilibrio. Bajo esta premisa es que intentan descubrir las posibles consecuencias, las cuales podrían ser catastróficas dado lo crucial de este sistema. 

Para dimensionar, los expertos explican que se trata de al menos 20 millones de metros cúbicos de agua que se mueven por segundo. Con la introducción de mayores volúmenes no sólo se alteraría la salinidad, sino las cantidades, lo que podría ralentizar el proceso y amenazar la frágil estabilidad del mismo. 

Una circulación crucial

Uno de los mayores miedos es que la AMOC pierda capacidad para transportar calor y ventilar el océano profundo de manera eficiente. Hay evidencias indirectas, que datan de hace miles de años atrás, que indicarían que algo así ha ocurrido en el pasado. Incluso durante 2010 hubo un debilitamiento que duró varios meses y propició el enfriamiento en el Atlántico Norte. 

Este vendría a ser sólo un ejemplo de que un cambio sutil podría impactar en los patrones climáticos, incluso sobre las precipitaciones y, consecuentemente, sobre la agricultura, los recursos hídricos y los ecosistemas de la región.