El río Klamath, que va desde el estado de Oregon hasta el Océano Pacífico, históricamente era el hogar de los salmones. Sin embargo, las represas hidroeléctricas bloquearon el paso y alteraron el flujo de agua, fragmentando los espacios donde esta especie solía reproducirse y desovar.
El impacto de las construcciones
Estas construcciones, además, resultaron ser un impacto negativo para las comunidades indígenas de la cuenca, como los Yurok, los Karuk y los Klamath. Para ellos, la demolición de cuatro represas es un hecho de justicia.
Si bien las represas hidroeléctricas generaban energía para 70.000 hogares, tenían severos impactos en el entorno: además de no permitir el paso de los peces, no proporcionaban irrigación, agua potable ni control de inundaciones. Lo que sí provocaban era una reducción del caudal del río, el calentamiento del agua y la proliferación de bacterias.
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La vuelta de los salmones
Ahora, a menos de dos meses de la demolición, la fauna vuelve a conquistar sus espacios originales. El regreso de los salmones implica un beneficio para otros animales asociados, como aves y mamíferos que se alimentan de los ríos.