En febrero de este año se confirmó por primera vez la presencia del virus en el continente blanco. Sin embargo, fue durante julio que se dio el primer caso en un mamífero (un elefante marino) y desde entonces su expansión en la Antártida avanza a pasos agigantados. 

Ahora un grupo de científicos diagnosticó catorce nuevas infecciones en pingüinos, palomas antárticas y lobos marinos. Las muestras positivas fueron obtenidas gracias a la Expedición Australis, un proyecto internacional que busca rastrear a este patógeno en la península y la zona norte del mar de Weddell. 

El avance en la Antártida

Estos nuevos resultados reflejan una importante dispersión del virus, lo que supone una creciente amenaza para la conservación de la fauna salvaje autóctona. En ese sentido, se elaboró un informe que fue presentado durante el Scientific Committee on Antarctic Research (SCAR). Se trata de la mayor conferencia científica mundial sobre ciencia en ese territorio, que se celebrará en Chile hasta el 23 de agosto.

Los expertos temen que la mayor presencia de gripe aviar, y su fácil transmisión entre especies, resulte en la mortandad de grandes cantidades de animales de cara al próximo verano austral.

Una peligrosa amenaza

Al respecto, consideran que las mayores preocupaciones giran en torno a los pingüinos, cuya merma poblacional podría tener un efecto devastador. Cabe destacar que, sólo en abril pasado, se encontraron 500 cadáveres de la especie Adelaida en la isla Heroína.

Detallan que desde el 2020 el subtipo H5 del virus mostró una evolución significativa que le permitió propagarse entre la fauna salvaje. Antes de ello, sólo se transmitía entre animales de corral. En estos momentos el avance fue tal que se encuentra en casi todo el mundo y le provocó la muerte a millones de aves. En base a esta experiencia es que crecen las alarmas en la Antártida.