Semanas después de que un tren se descarrilara y provocara un gran incendio liberando sustancias químicas peligrosas en el estado de Ohio, unos analistas estimaron que la ocurrencia de este tipo de accidentes en el país es de cada dos días.

En el análisis publicado en el periódico The Guardian, expresaron que lo sucedido “es algo habitual en las comunidades que viven cerca de las plantas químicas».

Según el medio, que usó datos recopilados por la Agencia de Protección Ambiental y otros grupos sin fines de lucro que se encargan de rastrear accidentes químicos -incluyendo descarrilamientos de trenes, choques de camiones, rupturas de tuberías o fugas y derrames industriales-, éstos suceden constantemente y con mayor registro en el estado de Texas, seguido por Luisiana y California.

A esta afirmación se suma la Coalición para Prevenir Desastres Químicos de EE.UU., que estima que anualmente ocurren 150 incidentes graves, tales como incendios originados por productos químicos, explosiones y emisiones tóxicas que ponen en riesgo la vida de millones de personas.

Según esta alianza, sólo en 2023 se registraron más de 40 incidentes de este tipo, aproximadamente uno cada día y medio. En 2022, se registraron 188 frente a los 177 de 2021. Los accidentes varían en gravedad; no obstante, todos ellos liberan sustancias que representan una amenaza para la salud humana y a cada uno de los componentes del ambiente.

Continúan los desastres ambientales tras el accidente en Ohio

Tras el descarrilamiento del tren y la liberación de sustancias peligrosas, residentes de la localidad se quejaron de extraños problemas de salud.

En reportes y notas presentados en distintos medios, hicieron eco de algunos de sus síntomas. Por ejemplo, Wade Lovett, un lavacoches, en una entrevista dijo que su voz suena como si hubiese inhalado helio. Además expresó que le es difícil respirar, especialmente en la noche, en tanto que siente dolor en el pecho.

Otros habitantes, al regresar de la evacuación levantada el 8 de febrero a sus hogares, manifestaron que presentaron erupciones y dolor de garganta.

Otra de las consecuencias para muchos residentes fue la pérdida de su empleo porque los informes médicos no les permiten ir a trabajar. Los especialistas sanitarios alegan que tienen sustancias químicas en sus cuerpos, pero no hay personal adecuado para realizar las pruebas toxicológicas necesarias para determinar los químicos que están afectando a su salud.

Por su parte, la Universidad de Texas A&M, publicó el pasado viernes un análisis independiente de los datos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) que develó que los niveles de concentración de 9 contaminantes de los 50 reportados son más altos de lo «normal». En este contexto, advirtieron que si estas concentraciones persisten, podrían causar problemas de salud a largo plazo en la zona afectada y sus alrededores.

Entretanto, en medio de una disputa entre autoridades por la situación existente en la zona, los habitantes están furiosos por la falta de información real y la escasa ayuda por parte de las autoridades locales y la Administración de Joe Biden.

Anteriormente, el presidente estadounidense declaró que no tenía intenciones de visitar la zona afectada, causando una ola de críticas por parte de los residentes.