Islandia se considera el país menos boscoso de Europa. Según un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2015, los bosques solo cubren el 0,5% de la superficie de Islandia en la actualidad.
Sin embargo, no siempre fue así. Cuando los vikingos partieron de Noruega y conquistaron esta isla deshabitada del Atlántico Norte a fines del siglo IX, los bosques, formados principalmente por abedules, cubrían más de una cuarta parte de Islandia.
La falta de árboles significa que no existe vegetación que proteja el suelo de la erosión y que almacene agua, lo que origina una extensa desertificación.
El gobierno islandés ha convertido la reforestación en una de sus prioridades dentro de su plan de acción climática, publicado en septiembre de 2018.
Paradójicamente, el cambio climático también está impulsando el crecimiento de los árboles y, por lo tanto, también la tasa de secuestro de carbono. “Lo que principalmente ha estado obstaculizando el crecimiento de los bosques aquí han sido las bajas temperaturas y la frescura de los veranos”, explican los responsables de los proyectos de reforestación que se realizan en todo el país gracias a las docenas de viveros que se han establecido.
A pesar de que el abedul es nativo de Islandia, los esfuerzos de reforestación se centran, a menudo, en otros árboles, dado que no se trata de una especie productiva. “Si vas a cumplir otros objetivos, como el secuestro rápido de carbono o la producción de madera, necesitamos más variedad que solo monocultivos de abedul”, señala Adalsteinn Sigurgeirsson, subdirector del servicio forestal.
Dado que el suelo islandés es bajo en nitrógeno, el proceso de maduración de los pinos procedentes de Alaska es lento y la tasa de crecimiento promedio supone solo una décima parte de la observada en la selva amazónica, por ejemplo.
Las iniciativas forestales emprendidas en la década de 1950 y especialmente durante la década de 1990 han ayudado al paisaje rocoso de Islandia a recuperar parte de su vegetación. Desde 2015, se han plantado entre tres y cuatro millones de árboles en Islandia, el equivalente a alrededor de 1.000 hectáreas.
Fuente, ABC