China se compromete a cooperar con otros países para construir una “ecocivilización”, en un esfuerzo por convertirse en el líder climático mundial. Ha establecido la mayor planta solar flotante del mundo, planea cerrar más de cien plantas eléctricas de carbón y está decidida a invertir por lo menos 361.000 millones de dólares en energía renovable antes de 2020.
Sin embargo, si China en realidad desea ser un líder climático, debe tomar medidas para reducir su huella climática global y no conformarse con lidiar con la contaminación dentro de sus fronteras.
Un ejemplo muy claro de la forma en que China ha tercerizado sus emisiones son los préstamos que otorgó a países de Latinoamérica y el Caribe.
Entre 2005 y 2016, el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China otorgaron préstamos a países de América Latina y el Caribe por más de 141.000 millones de dólares , una cantidad que supera por mucho los préstamos que otorgaron bancos multilaterales a la región. Esos préstamos se dirigieron principalmente a proyectos con efectos significativos en el medioambiente, como la perforación petrolera, la minería de carbón, la edificación de represas hidroeléctricas y la construcción de caminos. Más de la mitad de los préstamos que otorgó el sector público de China a Latinoamérica en 2017, equivalentes a unos 17.200 millones de dólares, se canalizaron a la industria de los combustibles fósiles.
La inversión directa de China en América Latina exhibe un patrón similar: se invirtieron 113.600 millones de dólares entre 2001 y 2016, de los cuales aproximadamente el 65 por ciento se destinó a transacciones con materia prima.
China también empeora la crisis climática a través de financiamientos otorgados a otras regiones. Entre 2000 y 2015, China otorgó préstamos por 94.400 millones de dólares a países de África, que estimularon a industrias extractivas como la petrolera, minera y maderera, la ampliación de caminos y puertos para transportar esas materias primas al mercado y energía sucia, como grandes represas y plantas eléctricas. Pekín construye y da financiamiento a unas 50 plantas de carbón nuevas a lo largo del continente africano.
China debería abordar en sus proyectos internacionales el tema del medioambiente con el mismo cuidado que ha comenzado a mostrar en casa. En vez de proporcionar apoyo a la extracción en áreas de importancia ecológica global, Pekín debería invertir cantidades significativas en proyectos de energía limpia y renovable. Los distintos grupos de la sociedad civil deben continuar con la presión, y los gobiernos de los países en desarrollo deberían incorporar esos lineamientos en sus acuerdos bilaterales y contratos de proyectos.
Fuente: New York Times