Una vez desafectados de los vuelos de LADE, los sacrificados Junkers Ju-52 fueron convocados para intervenir en la lucha contra la langosta.
Desde los principios de nuestra historia, la langosta azotó bosques, praderas y sembrados, dejando una gran desolación. La langosta comenzaba devorando la vegetación más tierna, siguiendo luego con la corteza de los árboles y hasta con los postes de los alambrados.
Los intentos para reducir sus efectos fueron inútiles, a pesar de los cuantiosos medios en personal y material utilizados para tal fin. Todo era en vano. La langosta aparecía como una espada de Damocles sobre la economía y el esfuerzo de nuestros hombres de campo.
En el año 1946 la langosta era combatida con lanzallamas portátiles, y productos langosticidas, con los cuales se preparaban cebos tóxicos. Con esta forma de acción se lograban resultados aceptables ante langostas del tipo “Mosquita” y “Saltona”. Contrariamente a los buenos resultados descriptos, el insecticida producía intoxicaciones diversas al personal actuante, por vía oral, pulmonar o por piel, y no atacaba al insecto en su etapa de voladora.
Recién en el año 1947 se ideó un método capaz de eliminar la langosta voladora y con el cual se pudo poner fin al flagelo. Para esto se coordinó la acción para la lucha antiacrídica entre la Secretaría de Aeronáutica y el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, y se distribuyeron las áreas de competencia y responsabilidad. A la Secretaría de Aeronáutica le tocó la responsabilidad de fumigar las mangas de langostas, dar el apoyo técnico y realizar el transporte de material y equipos para las aeronaves a emplear (las tareas mencionadas recayeron sobre la Agrupación Transporte de la BAM El Palomar).
Fuente: Blog FDRA