Es la oportunidad perfecta para eliminar el motor de combustión. Pero no todo es tan simple y la solución podría ser otra, opina Henrik Böhme, periodista de Deutsche Welle.
Tras el escándalo del diésel, las marcas alemanas no terminan de levantar cabeza en cuanto a su credibilidad.
Mientras, los autoproclamados opositores del coche y contrarios al motor de combustión parecen disfrutar de esta situación. Por fin ven al eterno enemigo que contamina con energía fósil cerca del final de sus días.
Sin embargo, pese a tener la aprobación de la autoridad estatal y fuertes subvenciones, muchas empresas alemanes de energía solar están yendo a la quiebra. Además, ¿de dónde vendrán la electricidad y el calor cuando se apaguen todas las centrales eléctricas convencionales? ¿Con qué circularemos si se prohíbe el motor de combustión?
Está claro que con coches eléctricos. Esa sería la respuesta más rápida y precisamente ahí está el problema. Nadie sabe si funcionarán realmente. Además, el balance ecológico de los coches eléctricos es miserable.
Un motor de combustión que consume menos de seis litros de gasolina tiene un impacto ambiental menor que los modelos Tesla con sus pesadas baterías. Además, millones y millones de coches eléctricos significarían millones y millones de baterías. Es decir, un aumento enorme del consumo de materiales como litio y cobalto. ¿Y de dónde se extrae el cobalto? En gran parte procede del Congo, un país carcomido por la corrupción y la guerra civil. Por regla general, son niños los que lo extraen trabajando en condiciones miserables. Y sin ese cobalto del Congo, el gran proyecto de los coches eléctricos nunca funcionaría.
Además, la fabricación de baterías también genera residuos venenosos y toneladas de CO2. Y cuando termine su ciclo productivo habrá que reciclarlas adecuadamente. En caso contrario, producirían aún más residuos.
Por todas estas razones, el auto eléctrico quizás sirva como una tecnología de transición, pero también podría ser la célula de combustible la que se convertirá en la tecnología de propulsión del futuro. Nadie lo sabe todavía a ciencia cierta. Ni los predicadores visionarios, ni los jefes de investigación de los consorcios automovilísticos pueden responder sinceramente a esa pregunta.
Quizás haya que buscar cambios en la movilidad en otras áreas. Por ejemplo, con más tranvías y autobuses eléctricos en el centro de las ciudades. ¿Por qué no electrificar las carreteras y utilizar autobuses o camiones con motores eléctricos enganchados a la línea de electricidad? No sería una novedad, porque son cosas que ya se han visto antes. El problema es que si observamos el desastre del cambio energético en Alemania, uno termina perdiendo la esperanza de que el cambio en el tráfico pueda llegar a buen puerto. Sobre todo, mientras los «chicos malos de la mafia» del automóvil sigan teniendo la última palabra.
Fuente: DW