El viaje transcurrió en 17 etapas separadas por cortas estancias en tierra que los pilotos aprovechaban para alternarse a los mandos. Los trayectos sobre los océanos Atlántico y Pacífico fueron los más largos: tardaron unos tres días en ir de Nueva York a Sevilla y casi cinco en cubrir la distancia que separa Nagoya (Japón) y Hawái.

El hito alcanzado por los suizos ha pasado, sin duda, a los anales de la historia, pero los retos que aúnan ingeniería aeronáutica y energía solar no han alcanzado aún su máximo exponente. ElGrupo Renova, un conglomerado empresarial propiedad delmagnate ruso Viktor Vekselberg, ha anunciado un nuevo y más ambicioso proyecto: construir un avión solar que dé la vuelta al mundo en cinco días –el tiempo que llevó al Solar Impulse II sobrevolar el Pacífico– sin detenerse ni una sola vez.

Actualmente un equipo de la empresa ROTEC –una de las piezas del gigante ruso–, liderado por Lifshitz, trabaja con diferentes diseñadores para concebir el primer prototipo de la aeronave, que estará listo en 2019 si las previsiones se cumplen. Aunque antes realizarán pruebas en un modelo experimental.

En el exterior llevará placas fotovoltaicas que  fabricadas por Hevel. La instalación combinará dos tipos de células solares: las denominadasde película fina y las cristalinas.

Los materiales fotovoltaicos de ambas, silicio amorfo y cristalino respectivamente, se disponen en paneles híbridos para formar celdas de heterounión como las que lucirá la nave y que aúnan las ventajas de los dos compuestos, compensando así sus carencias individuales.

La mezcla les confiere gran eficiencia en la captación de luz solar directa –desde la parte superior del avión– y reflejada por las nubes y la superficie terrestre –absorbida por las placas de la parte inferior–.

Una vez recogida, la energía se almacenará en supercondensadores, dispositivos capaces de acumular grandes cantidades de electricidad, producidos por otra de las empresas del conglomerado. Estos sistemas pueden liberar hasta el 90% de la energía con la que se cargan, mientras que las baterías de litio sólo pueden proveer el 60 %. Una característica de los supercondensadores que incorporará la aeronave, importante para el vuelo, es que pueden soportar temperaturas de hasta -65 ºC gracias a los electrolitos que contienen, desarrollados por la Universidad de Moscú.

Así, el avión aprovechará la energía almacenada para volar durante la noche mientras que por el día utilizará el empuje de los vientos anabáticos o ascendentes para compensar la falta de velocidad.

Volará por encima de las nubes, a una altitud de entre 10.000 y 12.000 metros, la misma que alcanzan los aviones comerciales. El vehículo, que tendrá alrededor de 37 metros de envergadura, necesitará aprovechar toda la luz reflejada y las corrientes de aire que sea posible, ya que la duración de los días vendrá determinada por las latitudes y longitudes que atraviese durante el vuelo.

Fuente: El Confidencial